El estado sueco deporta refugiados de Afganistán condenándolos así a muerte segura

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El estado sueco deporta refugiados de Afganistán condenándolos así a muerte segura

Acción contra las deportaciones en Malmo, Suecia

Hace tan sólo unos meses que leíamos sobre lo acogedora que es Suecia. El “bien organizado”, “pluricultural” y “tolerante” país del norte de Europa que está recogiendo a “los refugiados perseguidos de siria” ofreciéndoles el “derecho” de sobrevivir en condiciones de igualdad y prometiéndoles directamente una vida segura. Un país que lleva años recogiendo a los desgraciados del mundo sea de medio oriente, de la antigua Yugoslavia, de Kósovo o de África. Sí, estamos hablando de Suecia, un país que goza de una larga tradición de políticas de inmigración supuestamente liberales. Y, efectivamente, estamos también hablando de un país cuyo modelo político, económico y social (el famoso “modelo sueco”) lleva años apoyándose en el trabajo de los inmigrantes. Por una vez vamos a hablar abiertamente sobre Suecia. Vamos a mirar detrás de esta falsa imagen de santo de los desgraciados del mundo a quienes Suecia ofrece refugio. Vamos a ver que en Suecia, como en cualquier otro país, lo que se esconde bajo un manto de supuesto humanismo y solidaridad son la represión y el racismo sistémico.

La agenta política y social ha cambiado mucho durante los últimos años. Independientemente de si el partido gobernador es un partido conservador o socialista se observa un giro hacia la derecha y más ahora que la extrema derecha está en el parlamento sueco propagando el fascismo y la discriminación contra la comunidad LGBT, los inmigrantes y el islam. El racismo sistémico del “paraíso” sueco genera guetos y ciudadanos de segunda clase, a la vez que refuerza un sistema laboral en el cual los inmigrantes están destinados a ciertos tipos de trabajo. Un ejemplo de este racismo sistémico es el programa para garantizar la seguridad y el orden público, también conocido como REVA [1], que supone controles de policía en varias estaciones de transporte público para encontrar inmigrantes indocumentados. A eso se debe añadir el interés particular que muestran los policías para gente con ciertas características étnicas. Además de eso, el estado sueco en su intento de “combatir” el fascismo ha elegido una manera un tanto especial, eso es, capturando anti-fascistas en varias ciudades en Suecia mientras que se muestra muy tolerante hacia nazis que atacan a cualquiera, incluso a familias con niños. Aquellas personas, como por ejemplo Joel (para más información sobre el caso de Joel mirad), que luchan contra el racismo estructural y el carácter fascista del “paraíso” sueco, están perseguidos y encarcelados por el estado que está, así, fomentando los ataques de los fascistas. Mientras escribíamos estas palabras cuatro compañeros/as fueron brutalmente agredidos por unos neo-nazis en el centro de Malmo y uno de ellos está luchando por su vida (más información).

En este contexto, el estado sueco ha declarado la guerra contra los refugiados de Afganistán o de otros países que buscan asilo en Suecia. Y, sin embargo, las tropas suecas siguen en Afganistán. Ironías de la vida. Tres de los refugiados que están en peligro de ser deportados nos cuentan cómo llegaron a Suecia.

Massieh Sadigi

Mi padre tenía una compañía de autobuses en Afganistán y ganaba bastante dinero por lo que mi familia no pasaba hambre hasta que empezaron los problemas con los talibanes. Pidieron de mi padre que les diera mucho dinero.

En el principio mi padre podía pagar lo que le pedían pero aquel “impuesto” crecía constantemente mientras que nuestra situación económica empeoraba. Cuando mi padre ya no podía pagar más, los talibanes amenazaron y torturaron toda la familia. Pero al final le “dieron” una última oportunidad. Eso era que si no les pagara lo que pedían nos iban a matar a todos. Huimos de Ghaznitoo  Kabul y por un tiempo vivimos como desplazados internos (refugiados dentro del país) pero los talibanes nos encontraron pronto. Entonces entendimos que nuestra única salida era abandonar a Afganistán. Mi padre nos dijo que intentaríamos llegar a Suecia ya que era el único país que no había empezado una guerra y porque su sistema educativo era bueno. Llegamos a Turquía con pasaportes falsos y de ahí intentamos pasar a Grecia en avión. Yo lo conseguí porque hablaba inglés pero el resto de mi familia no.

Soy uno de esos casos que dependen del Reglamento de Dublín ya que viajé por muchos países antes de llegar a Suecia. Durante dos años me moví por toda Europa y, como no tenía dinero, hice la mayor parte del camino a pie. Los primeros 6 meses me quedé sin hogar en Grecia esperando a mi familia. Dormía en el parque y recibía comida de la iglesia. Mi familia nunca llegó así que un día decidí seguir mi camino con la esperanza de que ellos/as estarían ya en Suecia. Desde Grecia pasé a Macedonia y de ahí a Serbia, Croacia, Eslovenia e Italia. De Italia pasé a Francia y de ahí a Alemania y Dinamarca. De vez en cuanto viajaba en tren o taxi para trayectos muy cortos, pero principalmente viajaba a pie. Caminaba a lo largo de las vías de tren para no extraviarme. De Dinamarca pasé a Suecia en barco.

Suecia quería enviarme a Eslovenia de acuerdo con el Reglamento de Dublín, pero yo intenté explicarles que no podía ir allí ya que eso significaría mi deportación a Afganistán. Cuando rechazaron mi primera solicitud tuve que vivir sin papeles durante 18 meses hasta poder volver a solicitar asilo. Este fue un tiempo angustioso y duro ya que no podía estar tranquilo ni por un segundo, tenía que estar siempre atento, siempre con el miedo de ser capturado y enviado a Eslovenia. La Junta de Migración de Suecia contrató a un intérprete que ni siquiera hablaba mi lengua. Intenté explicarles que no entiendo Farsi y que el Dari si bien se parece al Farsi no es lo mismo por lo que el intérprete y yo nos entendíamos bien y por tanto mi historia no se transmitía correctamente. El intérprete hizo una traducción equivocada y, aunque yo tenía pruebas de que mi vida y la vida de mi familia estarían en peligro en Afganistán, la Junta de Migración rechazó de nuevo mi solicitud de asilo.

Majeed Niaz

Yo era gerente de una tienda libre de impuestos del aeropuerto en Afganistán. Mi puesto me permitía evitar muchos de los controles dentro del aeropuerto. La tienda dentro del aeropuerto era bastante pequeña por lo que decidimos alquilar también otro recinto en WazirAkbar Khan que está un poco más lejos. Yo iba a este recinto en coche, es decir, podía entrar y salir del aeropuerto sin tener que pasar por los controles. Alguien lo dijo a los talibanes y ellos vinieron a mí exigiendo que o bien les ayudara a esquivar el control y las aduanas o bien entregara algo de su parte a alguien dentro del aeropuerto. Durante un período venían cada día para avisarme diciendo que si quería vivir tendría que ayudarles a introducir este material en el aeropuerto. Me explicaron también que este material eran explosivos destinados a matar a enemigos de Islam, es decir, a los que no son musulmanes. Y, claro, llegó un día que bien podría haber sido mi último. Tenía tres opciones: ser asesinado por los talibanes, ayudarles y así contribuir a la muerte de otras personas o huir. Elegí huir.

Cuando ya había tomado mi decisión tuve que esconderme durante 6 días hasta que mi primo llegara a un acuerdo con un contrabandista que nos iba a ayudar. Mi familia y yo viajamos desde Afganistán hasta Irán con la ayuda de varios contrabandistas aunque mi esposa estaba embarazada y teníamos con nosotros una niña de dos años. Desde Irán pasamos a Turquía y de allí intentamos pasar a Grecia. Pero el barco en que estábamos se hundió y mi hija casi se muere. Conseguimos sacarla viva pero había bebido ya mucha agua sucia y barro por lo que se puso en seguida muy enferma. De hecho todavía no está muy bien. Después de eso decidimos ir hasta Grecia a pie. Caminamos muchas horas y cuando llegamos a Grecia la policía nos cogió y nos llevó a la cárcel.

Después de Grecia pasamos a Italia en un bote inflable y de ahí viajamos a Francia, Alemania, Dinamarca y Suecia. En el expediente de mi primera solicitud de asilo hay cosas escritas que jamás he dicho. Cuando pregunté a mi abogado cómo era posible que pasase algo así su respuesta fue que esas cosas pasan a veces y que no hay mucho por hacer al respecto. La Junta de Migración puede hacer lo que quiera; pueden poner en nuestros expedientes notas que no son ciertas sin que nadie se entere. Hace poco hablé con un familiar en Afganistán que me dijo que los talibanes han ido buscando por mi padre y amenazando que le van a matar. No se han olvidado ni de mí ni de lo que hice y si me deportan a Afganistán los talibanes me encontrarán y me matarán.

Zabihullah Nadeem

Mi padre tenía problemas con un caudillo local en nuestra provincia natal en Afganistán. Habían matado a mi tío, al marido de mi tía y a uno de mis primos. Cuando los EE.UU. invadieron Afganistán y los talibanes retrocedieron las cosas iban a mejor y mi padre decidió llevar a juicio a los responsables de esos asesinatos. A partir de ahí tuvimos más problemas ya que los talibanes amenazaron a toda la familia para que mi padre retirase la denuncia. Cuando mi padre no quiso ceder, los talibanes secuestraron a mi hermana. Aun así mi padre no quiso echarse atrás y después de 10 días encontramos al cuerpo de mi hermana. Más adelante asesinaron a mi padre también. Yo fui gravemente maltratado y apuñalado y me dejaron sólo porque pensaron que estaba muerto. En aquel entonces yo era un chico, tenía tan sólo 14 años. Mi madre me llevó desde Faryab a Kabul donde nos quedamos 5 días porque yo necesitaba atención médica. Después fuimos a Paquistán. Como yo todavía estaba muy débil por haber sido herido mi madre me llevó hasta allí. Cuando estaba mejor pasé a Iraq, de allí a Turquía y de Turquía a Grecia. Grecia me envió de vuelta a Turquía tres veces, pero yo volvía a entrar. Al final me quedé en Grecia durante unos años. Cuando la situación para los refugiados en Grecia empeoró me tuve que ir. Atravesé muchos países europeos y al final llegué a Suecia. Solicité tres veces asilo pero mis solicitudes fueron rechazadas. La primera vez me dijeron que mi historia no era creíble porque, según ellos, era imposible que mi madre me llevara en todo el viaje desde nuestra casa hasta Kabul y de allí a Paquistán. La segunda vez dijeron que no entendían por qué no había solicitado asilo en uno de los demás países en los que había estado ya que volver a Afganistán era tan peligroso para mí. La tercera vez me dijeron que no tenía suficientes pruebas para demostrar que era el que decía que era. Mi madre ha desaparecido. No he podido ponerme en contacto con ella desde 2008. En Afganistán no tengo nada, no me espera nada más que la violencia y la muerte.

Campamento contra la deportación

Estamos ya en la cuarta semana se esta iniciativa. A mediados de febrero (la segunda semana en concreto) pusimos nuestras tiendas de campaña en el Parque de Jesús en Malmo, Suecia. Febrero es uno de los meses más fríos del invierno sueco ya que hay a la vez temperaturas bajas y altos niveles de humedad que penetra hasta los huesos. Al principio no teníamos otra fuente de calor que a nuestros propios cuerpos. El dolor provocado por el frío era tan agudo que a veces simplemente soñábamos con ir a una sauna… pero no hay mejor manera para lograr que se nos escuche que una acción continua y presente en el centro de la ciudad. ¿Quién nos iba a escuchar si no hiciéramos esto? Somos tres refugiados indocumentados de Afganistán. El estado sueco deporta por lo menos diez afganos cada mes. Una manifestación de unas horas es algo que la gente olvida fácilmente. Por otro lado, los medios de comunicación no muestran ningún interés por casos como el nuestro salvo que se haga algo espectacular. Queremos que la gente sepa que si nos deportan a Afganistán será porque nuestras solicitudes de asilo han sido tratadas de manera irresponsable. En el parque tenemos la oportunidad de hablar con la gente con la esperanza de que ellos/ellas difundirán esta información.

Durante estas semanas hemos conocido a gente muy amable. Muchos de ellos/as han parado a nuestras tiendas de campaña y han pasado un rato con nosotros. Algunos/as incluso nos han traído comida, mantas y otras cosas que podrían hacer falta. Esa gente acogedora contrasta crudamente con la frialdad y la rigidez del sistema burocrático con el que hemos tenido que tratar mientras nuestras solicitudes de asilo estaban en proceso. En el parque hemos encontrado a gente dispuesta a escucharnos. Durante el proceso de nuestra solicitud de asilo hemos tratado con intérpretes que ni siquiera hablaban nuestro idioma y administradores que desconfiaban de todo lo que decíamos. Estos administradores no se preocuparon mucho en examinar nuestros casos. Eso se ve en sus informes que contienen datos que no tienen nada que ver con nosotros, datos probablemente sacados de casos de otros solicitantes con los que dichos empleados nos han confundido.

Pedimos a la Junta de Migración de Suecia que vuelva a examinar nuestros casos. Nuestra deportación a Afganistán se iguala a una sentencia de muerte y, sinceramente, si de eso se trata, preferimos morir aquí que ser enviados allí. Más que nada porque una muerte aquí no puede ser más cruel de lo que nos espera allí. La Junta de Migración de Suecia no dice nada al respecto. Cuando el día 24º de febrero hicimos una manifestación y fuimos en bici hasta la Junta de Migración su respuesta era cerrar sus puertas. El 4º de marzo llamamos a la prensa para hacer una conferencia y pedimos a la Junta de Migración que enviase representantes pero no lo hizo.

Dos de nosotros han recibido cartas que indican que nuestros casos han pasado de la Junta de Migración a la policía fronteriza. Esto significa que nuestra deportación está ya en trámite y se va a realizar muy pronto. Y, sin embargo, nuestros amigos cuando nos miran no ven más que seres humanos para los que Suecia es su casa. Majeed, quien ha sido el primero en recibir una de esas cartas, vive en Suecia con su esposa y sus dos hijos. Ellos también se han juntado a nuestra protesta y también van a ser deportados. Su hija tenía tan sólo dos años cuando tuvieron que abandonar Afganistán y casi muere en el camino. Cuando Majeed la tiene entre brazos se nota la angustia de haberla casi perdido ya una vez. Su hijo todavía lleva pañales y no ha visto nunca a Afganistán. ¿Qué futuro podrían tener allí? Pues seguramente uno muy breve ya los talibanes están buscando a su padre.

El 7 de marzo dos empleados del ayuntamiento de Malmo vinieron a nuestro campamento en el parque diciendo que estaban allí para informarnos que pronto deberíamos abandonar el parque. Al principio nos dejaron el fin de semana (08-09/03) para recoger nuestras cosas, desmontar nuestras tiendas de campaña y dejar el parque, pero después de una negociación breve nos dejaron quedarnos hasta el 17 de marzo. Por ahora no sabemos qué vamos a hacer después de dicha fecha. Pero no por ello vamos a abandonar nuestra lucha o deprimirnos. Vamos a seguir hasta obtener el mejor resultado. Vamos a llevar esta lucha hasta el final.

 

Varios colectivos como por ejemplo el aktion mot eportation  apoyan la acción en el parque.

Está claro que el estado sueco no tiene ningún interés en luchar contra el racismo. Al contrario, lo está cultivando ya que persigue a quien intenta combatirlo y encarcela a inmigrantes. El “acogedor”, “bien organizado”, “pluricultural” y “tolerante” país del norte de Europa está enviando a refugiados a una muerte segura porque “es fácil hacer lo que es correcto y de acuerdo con la ley”. Pues nosotros no estamos de acuerdo con su ley. Nos solidarizamos con los tres refugiados y sus familias. Exigimos la anulación inmediata del proceso de deportación y la otorgación de su permiso de residencia. Si pasa algo a Massieh, Majeed y Zabihullah el estado sueco será el único responsable.

¡Solidaridad con los inmigrantes!

¡Solidaridad con los refugiados!

Colectivo de Resistra

 

[1] El programa REVA (“Rättssäkerhet och Effektivt  Verkställighetsarbete” que es un programa para garantizar la seguridad y el orden público) es similar al programa Xenios Zeus en Grecia. Es un programa racista del gobierno sueco que supone controles de policía en varias estaciones de transporte público en Estocolmo para encontrar inmigrantes indocumentados y en seguida deportarlos. Para más información sobre este programa mirad en el siguiente enlace .